jueves, 22 de noviembre de 2012

Algunas de las fotografías que tomamos








El proyecto

Introducción: de Tylor a la Antropología Visual


El presente espacio se contextualiza en el marco del proyecto final del curso de Antropología Cultural, dictado en la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República. El mismo vincula cuestiones generales de Antropología en su pertinencia con la Comunicación y es de carácter anual. A lo largo y ancho de los diferentes módulos del programa, hemos tomado contacto con el desarrollo histórico de la Antropología y sus principales corrientes, desde el Evolucionismo hasta el Postestructuralismo, pasando por el Relativismo Cultural y el Estructuralismo. Incluso hemos visitado el territorio de la Antropología Visual y de la Imagen, comprendiendo sus características propias y sus diferencias con el cine u otro tipo de registros audiovisuales.
Dentro de este vasto compendio tomamos los conceptos que entendíamos que mejor se adaptaban al tipo de trabajo que quisimos realizar. El mismo se propone esbozar un acercamiento entre personas que concurren a un determinado taller de arte, con la humilde pretensión de conocer desde adentro el carácter de las relaciones simbólicas y de representación que allí se efectúan, utilizando como insumo al registro de imágenes en movimiento.
El producto audiovisual realizado se desprende del ensayo de investigación y funciona bajo una suerte de registro orientador, que posibilite a quien lo mire establecer un primer acercamiento con el grupo humano.  

Desarrollo del trabajo: algunas observaciones

Trabajamos en conjunto con los integrantes del grupo que asiste los martes a las 18:00hs al Taller Berro, ubicado en la intersección de las calles 8 de Octubre y Presidente Berro. Intentamos poner en práctica algunos conceptos del método etnográfico propuesto por Malinowski, por el cual el investigador se adapta progresivamente al nuevo entorno, para reducir su condición de advenedizo y así experimentar la multiplicidad de dicha cultura desde el seno de la misma. Para ello asistimos varias veces al taller, las primeras sin cámara de video y las últimas dos ya con la cámara. Si bien nunca pudimos superar del todo nuestra condición de sujetos ajenos, sí notamos que a medida compartíamos territorio martes a martes nuestra relación con el grupo se fue haciendo mas fluida. Esto nos permitió aumentar el número de conexiones que allí establecimos, eludiendo por momentos y cada vez más a menudo nuestra condición de meros observadores. 
El grupo humano es de gran variación etaria, por lo cual nos vinculamos tanto con niños como con adultos. El proceso de aclimatación al grupo se dio mucho más rápido entre los niños que entre los adultos. Ambos poseen en común que todos se conectan fundamentalmente con el arte de esculpir, aunque también pueden vincularse con la pintura si así lo desean. El fomento de la capacidad creativa es inherente al lugar y cada participante se conecta con su obra de manera particular de acuerdo a sus intereses. En este sentido notamos una diferenciación en el valor simbólico que niños y adultos otorgan a sus obras. Los primeros enfatizaron meramente en el aspecto lúdico mientras que algunos mayores esperaban poder vender su producción. Por otro lado, si bien desde la coordinación del Taller no se propugna una diferenciación jerárquica respecto de los participantes, dicha jerarquización se da de hecho, producto del sistema de clasificación de elementos que arrastramos las personas a nivel del pensamiento en relación con el carácter privado del espacio. Dicha jerarquización se materializa haciéndose directamente observable en las actitudes de algunos participantes acorde a la presencia o ausencia del docente (autoridad).
Las interacciones humanas que se producen en el Taller tienen la particularidad de ser mediadas por lo artístico. Cada uno de los participantes se vincula no sólo con sus producciones sino también con las de los demás, y con los demás a través de ellas. Incluso en un caso particular dos niños trabajaron conjuntamente en dos esculturas de bebés, una cada uno, terminando su trabajo ambos el mismo día, lo que les permitió establecer un vínculo específico a raíz de la similitud de sus respectivos objetos.
Por último es bueno destacar que nuestro accionar intentó abarcar la multiplicidad del taller en tanto frecuentamos la mayor cantidad de sus rincones. De esta forma no sólo participamos de las actividades que allí ocurrían, sino que también fuimos observadores tanto de la dinámica de los participantes como también conversamos específicamente con los docentes, además de habernos enfocado en su puesta en conjunto.

Conclusiones

La experiencia de trabajo artístico en un espacio colectivo bien puede categorizarse como un ritual. Habiendo participado del mismo durante unas horas, hemos encontrado formas de expresión y relacionamiento que articulan una metodología orientadora con cierta libertad creativa de los participantes. Es decir, existe una estructura constitutiva del ritual, con roles diferenciados y jerarquización, pero la misma no predetermina su desarrollo ni sus resultados. Si bien los docentes se desempeñan como guías mientras los aprendices son quienes llevan a cabo las obras, ambos comparten al arte como interés común, lo que dinamiza el papel de cada participante del ritual y posibilitando, en algunas ocasiones, la inversión de roles.
Otro elemento propio del ritual es su periodicidad. El grupo con el que trabajamos concurre al taller una vez cada 7 días, durante 3 horas seguidas. Los participantes se separan en dos subgrupos, niños y adultos, que solo coinciden en el lugar por unos minutos.
Por otro lado el ritual incorpora en ocasiones elementos que a priori parecen extraños al taller. Entre los adultos llevar comida o bebida para compartir con los demás es usual.
Las obras constituyen las significaciones fundamentales del taller, tanto por su carácter simbólico, diferenciable según las personas, como por el respeto que el grupo demuestra frente a ellas. Esto parece lógico teniendo en cuenta que dicho grupo de gente cuenta con una sensibilidad artística explícita. Sin embargo, las relaciones que allí se establecen no se agotan en las obras sino que se potencian de estas, abriéndose posibilidades para otro tipo de encuentros.